p e r f i l e s d e c i u d a d

sábado, 5 de mayo de 2018

Aquellos impúberes seres



Aquellos impúberes seres que fuimos
se han convertido materia envejecida
con el paso de los años
que almacenan en sus células
la memoria de su peregrinaje.
El tronco de nuestro árbol
tiene ya numerosos anillos,
le salieron ramas, echaron flores
que se hicieron frutos.
Hoy miro estos recuadros de papel
que contienen imágenes paralizadas
de un tiempo detenido que ya se fue.
Conservan nuestros cuerpos de entonces
situados entre atrezos de un paisaje
que ya no es y, sin embargo, existe.
Enmarcados para el recuerdo,
lugares pisados por primera vez,
exclusivos, únicos;
otros, familiares, cotidianos  ,
muestran momentos repetidos, habituales.
Todos sobrevivieron al olvido mortal
y hoy son nuestro reflejo caduco.
En algunas de ellas, de fondo aparecen
los objetos acumulados en las estanterías
que siguen cargando no sólo polvo,
sino vida, recuerdos, presentes continuos,
construyendo un relato de identidad.
Son los rincones reconocidos, comunes,
el hogar formado con estos pequeños seres
que han ido creciendo a nuestro alrededor,
mientras nosotros nos hacíamos más viejos.
Qué pronto estiraron sus miembros
transformaron sus rostros aniñados
en bellos adolescentes, ariscos, temerosos, joviales,
lanzados a este mundo atroz que los recibe
con sus garras abiertas.
Estamos ahí, apretados en ese mínimo espacio
atrincherados, custodiados,
preservándolos de los peligros
con nuestras sonrisas de fotografía
y la felicidad del instante,
juntos, iniciando un camino experimental
tan hermoso, tan cansado…,
dudosos de hacerlo bien y siempre creyendo
hacerlo mal.
¿Qué nos queda, amor mío, de ahora en adelante?
Me dices, ¡tanto!
pero sé que me engañas para no hacerme sufrir
y yo te dejo que pienses que me basta tu abrazo
para recuperar aquella falsa seguridad
que nos hacía creernos sumergidos en agua,
sin rozamientos, contenidos entre sus paredes líquidas,
todos sus frentes amortiguados,
siempre sobre su base, flotando,
manteniendo los hilos de una rutina que parecía perenne,
ocupados en el día a día con sus quehaceres.
Las preocupaciones por ellos ocultaban las nuestras
y el tiempo se movía dentro de esa frontera
acogedora y apenas mudable, y sin embargo
su movimiento era persistente.
Vivíamos incluso sus hitos.
Las primeras veces, los primeros retos, los maravillosos logros,
iban haciendo este pasado donde ahora se mezclan
emociones tan contradictorias.
Se ha ido tan rápido todo. Se irá aún más veloz
el corto trayecto que queda por venir.
La vida es un bólido supersónico
que parece que vuela y dibuja el mapa
del territorio abandonado,
con colores avivados por el sol,
dejado a la espalda.
Queda por bajar o subir
la otra ladera de la montaña,
cubierta de aridez y por las sombras de un futuro.
No se ha acabado aquí la historia,
lo sé,
seguimos caminando y esa es la máxima
alegría.
Traerán estos iniciados turistas
las maletas de vuelta de sus viajes,
con suvenires de lugares diferentes,
aventurándose en sus propias experiencias.
Y nosotros, amor mío,
de nuevo dos, como en los inicios,
habremos levantado una casa
con sus habitaciones llenas y ventanas abiertas
a la luz de nuevos amaneceres.
No es ya la de aquellos andamios de los comienzos
donde fuimos colocando tabiques,
haciendo la base de una estancia aún vacía,
sino el refugio donde atesoraremos estas riquezas,
creando nuestro cosmos particular.
Hoy no es un día de estos prácticos,
irreflexivos, mecánicos, en los que te levantas
poniendo el pie derecho y luego el izquierdo,
y has dormido a pierna suelta,
navegado por los mares oníricos,
dejándote en puerto con la ilusión del viajero
que viene cargado de regalos,
con energías renovadas y pletórico
de las hazañas vividas,
más bien pareces venir de una batalla cruenta,
malherido, desengañado de todo,
traicionado por el propio existir.
Hoy es un día de colores apagados,
brilla todavía mucho más
el pasado y temes más que nunca el futuro.
El presente es un regalo
contaminado de añoranzas, de insatisfacciones,
se escapó de mis dedos, pude hacerlo mejor.
Es un pensamiento constante
de miedos, ay, cuántos miedos
se acumulan con las páginas del almanaque,
qué regocijo inconsciente de la juventud.
Su resplandor engaña la mirada.
Fácilmente lidiabas con sus temores.
Tal vez fuera la equivocada ilusión de perspectiva,
pero ayudaba a camuflar la muerte.
Qué rápido se fue todo.
Es pensarlo y un vómito de lágrimas
acude, desbordando las cuencas de mis ojos.
Busco tu cuerpo, nos abrazamos,
y me dices que no pasa nada,
estarán por venir cosas maravillosas,
distintas, porque seremos distintos.
Me reconfortas con lo que sé
que es mentira, pero también verdad.
Quién sabe sino el azar,
que guarda en un cajón
el guión verdadero.
Necesito creer en esa verdad que aseguras,
incluso sabiendo que callas tu incertidumbre,
porque tiene todo el derecho a hacerse victoriosa.
Pero hoy es un día poco práctico,
nublado por la nostalgia
con truenos aterradores.
Triste, nada espontáneo,
más bien circunspecto.
Me hace pensar en las ausencias,
en el pronóstico de una realidad
insalvable.

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