Intuyo porqué a la
gente
le gustan los tumultos
y se introducen en
espacios
con ruidos
atronadores,
donde apenas sus
propias voces
pueden oírse.
La multitud genera un
denso
y elevado murmullo
viviente,
como mar de fondo,
reclamo de animal en
celo,
aullidos en la noche
ejército de un mismo
bando.
Intuyo que temen a su
propio silencio,
que, relajados en su
recreo,
sosegado y
reconfortante,
les asaltan con ira
sus miedos
camuflados en el
inocente entorno.
Entre destellos
alegres de luz
aparecen ufanas las
sombras.
Quizá por eso huyen
y buscan desesperados
el lugar más
escandaloso,
allí donde se mezclan
graves y agudos
estridentes.
El grupo se protege y
acomoda
agarrados a un vaso de
olvido,
aliado perfecto para
entregarse
al caos, donde los
miedos
a entrar, no se
atreven.
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