No crece ya la piti-rosa
en el brocal del pozo ciego,
sobre su manto verde tejía la
lluvia
sinfonía de colores con flores
silvestres,
con su mullido y alegre abrigo
cobijaba la tierra de la
intemperie.
No quedan entre las señales
del progreso
aquellos descampados,
oasis en un desierto de
ladrillos,
reductos de lo que un día
fueron
terrenos de labranza.
Hoy, frágiles matas de estas
pequeñas rosas
de vez en cuando aparecen
como trucos de magia,
entre el abandono de unos
escombros
enredadas en una alambrada.
De frágil apariencia, engañosa,
guardan espinas en sus tallos,
con fiereza de gigantes
luchan con desgarro aún por la
vida
esparciendo su aterciopelado
aroma
que en los invernaderos huye
de sus pétalos.
Hermosa piti-rosa, damita de
mis recuerdos.
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