Es la hoja en blanco
la habitación donde me
desnudo.
Coloco el biombo que protege
mi pudor
ante las miradas inexistentes
en la soledad de la estancia.
Son fantasmas que vigilan
desde la morada de mi alma
que pretende guardar en su
cofre
lo que solo a ella le
pertenece.
Somos errantes clandestinos
de nuestras más íntimas
vergüenzas,
tratando de vestirnos con
falso orgullo,
fingimos con los trajes más
relucientes,
estúpidos que crean sus
absurdas normas,
costumbres que mutilan
nuestras alas,
y la fe en engaños fabricados
a propósito.
Caminamos ciegos por un
precipicio,
ignorando que no nos lleva a
ninguna parte.
Recibimos el castigo del
perpetuo fracaso
cuando el premio es la nada
y el todo, inmenso vacío.
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