La vestí con bellas prendas,
adornándole el cabello
con flores.
Pinté de rosa sus
mejillas
¡Estaba tan hermosa!
Calzada con zapatos de
tacón
a tono con el traje,
parecía una adolescente
en su puesta de largo.
Y, de un segundo a
otro,
pasó de la sonrisa de
fotografía
a la mueca triste del
desencanto.
¡Ay, mi niña
Esperanza!
Compuesta y sin novio
te quedaste.
Desnuda de nuevo
ante el frío del
fracaso,
una vez más las
puertas
se cerraron delante de
tus narices.
Te recoge el féretro
del desengaño cruel.
Se apagó de un golpe la
ilusión
en tu carita de
muerta.
Perdida la luz que
iluminaba tu rostro,
es ahora penumbra
cenicienta.
Sólo te queda el
destino
de convertirte en
cadáver.
Envejecerás con los
años,
anciana de pelo gris
vestida de negro luto,
llevando en penitencia
el hábito de la fe.
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