Qué fue de aquellos rostros
de nombres olvidados hoy,
apenas quedan unos trazos
una imagen, ciertas palabras,
el diagnóstico de un instante,
el pequeño ramillete de flores
secas
que olvidamos en un jarrón
cubierto de polvo
en alguna estantería.
¿Hacia dónde les llevaron sus
pasos,
qué relatos construyeron,
vagan por el tiempo de los
vivos
o hacen cola para entrar en la
gloria?
Se inquieta mi pensar
entre los residuos del pasado.
Perdí la identidad de algunos,
que anónimos se mezclan
entre la muchedumbre.
Me mueve la curiosa duda,
cómo transformó el tiempo
su materia;
cómo adornó con detalles
sus contornos.
En mi memoria huidiza
respira el desconsuelo
de lo perdido en la nada,
de nuestras perecederas
eternidades.
Vamos por el sendero de
nuestra vida,
tomamos algún descanso
en un remanso de la vereda,
bebemos del mismo río,
compartimos comida,
sentimientos, sueños.
Volverán aquellos rostros,
quizá,
en algún recodo del recorrido,
a traernos su presencia
entre los desvíos y
encrucijadas
que el destino nos depare.
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