Amanece y sigo en la oscuridad
de este habitáculo,
comprimido el tiempo en un
pasado continuo.
¿Qué es la vida además de
simples operaciones matemáticas?
Suma, divide, resta y
multiplica a su capricho
con solución de una ecuación
de segundo grado,
pero, ¿qué derivada tomará
esta deriva
mientras hormigas recorren
nuestro cuerpo
y acumulan provisiones con
tamizada memoria?
Se perderán destellos que dejó
el brillo de la luna
o el escalofrío en la piel
caliente después de un día de playa,
cuando la arena es aún brasa
en la noche y lecho de sueños.
Pequeñas luces iluminan el
horizonte de ese abismo,
la inmensa negrura del mar,
arcano de nuestros miedos,
enmarca la dulzura añorada con
la brisa de verano.
Hicimos semejante lo que es
siempre distinto,
por defecto de nuestra diosa
conciencia
Colgada desde la infancia a
nuestro cuello,
nos asfixia y subyuga bajo el
fino velo de su trampa,
orgullo del hombre que se cree
importante
en un mundo conceptualizado a
su medida.
Bailamos los días con objetos,
ideas y creencias
mientras retenemos en la
cárcel los proscritos instantes.
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