p e r f i l e s d e c i u d a d

jueves, 30 de noviembre de 2017

Egoísta



Tengo la certeza de la existencia de dios.
No digo que se trate de un ser magnánimo,
ni que conceda y atienda nuestros ruegos.
Más bien es un dios caprichoso,
el bien y el mal los entiende a su manera.
No sé cómo será con los demás,
para conmigo no admite señal de egoísmo,
sin respiro me da razones
de entrega obligada al prójimo de turno.
En esos días bajos, donde te agarras
a un clavo ardiendo,
miro al inmenso cielo protector
y suplico un ojo, o un oído,
que me eche un cable.
Pero, tal vez entienda que son asuntos
que van en una dirección interesada,
porque su conducto auditivo lo tiene hecho
a su voluntad omnipotente,
y que pidas tu trocito de bienestar
cuando no está en sus cálculos,
le parece de un descaro y libertad imperdonables.
Ante su balanza, tu solicitud
marca siempre en déficit
y queda la petición sustituida
por una deuda que no te corresponde.
Este dios sordo ante mis oraciones
me envía ipso facto su reverso.
Lo tengo comprobado, lloro y suplico
que me saque del atolladero
y entonces, él, ni corto ni perezoso,
actúa de inmediato con factura en mano
con el encargo de una causa ajena.
Tengo que vestirme para el caso
de la generosidad que exige la demanda,
olvidando de este modo las mías,
seguramente inmerecidas bajo su criterio.
Así que su compromiso conmigo lo tiene fácil,
pues en lugar de ofrecer, hago por él su trabajo,
nunca por mis cuestiones sino la de otros,
utilizándome como medio muy económico.
La última vez que tuve la osadía
de dirigirme a su graciosa majestad,
suplicándole entre sollozos, que,
por favor, alumbrara mi túnel,
no a su modo acostumbrado, es decir,
con la entelequia de su lenguaje paradójico,
sino con una llama clara y firme,
con las palabras exactas: sujeto, verbo y predicado,
sin emisario que cobre la minuta a alto precio,
una vez más, no tardó ni un segundo
en pasar de mi instancia a ponerme obligaciones,
olvidando mi paquete con el mensajero.
Pues nada, dios existe y es un bulto sin ojos
ni oídos, ni tacto para tratar a sus subalternos.
De tener algún sentido debe estar atrofiado,
pero divinamente abunda
en capacidad para hacerse el tonto,
al menos, en lo que a mí se refiere.
Que no le gusta el egoísmo está claro,
pero no es tan tiquismiquis con el propio,
tampoco es que le estuviera pidiendo millones,
o un paraíso particular,
de querer, le bastaría con un chasquido de dedos,
sin embargo,
mi humilde deseo es que me conceda
el mínimo espacio libre,
para que no me caigan todos los clavos;
a ser posible, no encontrar todos los baches
en su defectuoso asfalto y hallar
el consuelo esporádico de algún placer
que rompa el mito de la promesa de un más allá,
otorgando a la humanidad lo justo y necesario.
Pero es nuestro deber y salvación ser paciente
mientras él cuenta con el tiempo infinito...
No exija entonces de mi parte
la generosidad que él no tiene,
cargándome de exigencias mientras mira para otro lado.
Encima este dios está a la última.
Se nota que tiene en su poder todos los adelantos,
maneja al dedillo las nuevas tecnologías,
tiene la ventaja de tener ya programados todos
los pasados, presentes y futuros,
la ciencia ficción es su pan diario.
Por eso ayer, sumida en mi desastre,
tan pronto enjugué mis lágrimas
me esperaban sus mandatos,
con la eficacia de un rápido WhatsApp.
Olvidaba mi reclamo, pasándoselo
por sus venerables bajos.
Sí, me llegaba con sobrecargo su mensaje.
Dios existe, eso ya lo tengo, por la cuenta que me trae,
bien aprendido,
aunque haciendo honor a mi cualidad,
reincidente obstinada, caigo una y otra vez
en el error de esperar de él algún milagro.
Enemigo pertinaz de mis necesidades,
encima, me castiga por el atrevimiento.
Vamos, que este dios todopoderoso
es un auténtico fraude,
pues hace más por mi felicidad,
una simple tableta de chocolate.

lunes, 27 de noviembre de 2017

Implacable Saturno



¡Ay, el tiempo, que acabará devorando a sus propios hijos!
¿No quedó reducido aquel hermoso y jovial presente
a cenizas de un pasado?
Del mismo modo, ¿no engullirá este nuevo ser que se gesta en un futuro?
¿No colmará su hambre con futuros de otros presentes?
Progenitor insaciable con voraz apetito de eternidades
que convive sin escrúpulos entre sus muertos.

domingo, 26 de noviembre de 2017

Lo innombrable



Esa palabra que no quiero nombrar
pero que tiene nombre
es el soniquete constante de un goteo
que va llenando un reloj de mar,
la alarma que cumple su amenaza,
lengua que muerde la angustia
y encierra el sollozo en la boca,
río de sal que lleva
torrentes de piedras al alma,
la verdad que se traiciona sin remedio
y miente cuando habla para cubrir
de su desnudez el tormento
que hace infierno de las cosas.
Porque no hay queja posible ni consuelo
si al otro niegas la compasión de su mirada,
prefieres dejar en tu cárcel
al verdugo de tu alegría
que la vergüenza de su lástima.