Desde el océano calmo de tu frente
se deslizan lágrimas de savia
fría,
resbalan por los contornos de
esta ladera
y buscan en la tierra su
propio gozo.
Mientras mueren en el aire los
suspiros,
trepa el vigor fugitivo por
las ramas,
alcanza las hojas y, rendidas,
sometidas al despótico
bamboleo del viento,
crédulas, se aferran al frágil
pedúnculo
que las sostienen.
Danzan ufanas al son de su
hipnótica melodía,
bañadas por aguas de engaño.
Cobijarán nidos de aves
migratorias
y, en semejantes primaveras,
repetirán madrugadas y
amaneceres.
Estos pájaros cantarán mañana
porque la vida siempre renace.
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