Hasta llegar aquí he cruzado selvas pantanosas,
valles profundos y terrenos pedregosos.
Hasta llegar aquí
conviví con una tribu amiga aunque extraña,
de costumbres arcaicas y rituales mágicos.
Algunos amigos encontré por el camino
que, separados, dejaron la huella imprecisa
del recuerdo.
También tropecé con malvados, prepotentes y pícaros,
que creyeron tener mejores estrategias en el combate.
Tras evaluar daños y perjuicios, reconozco
de la batalla no salir mal parado,
aunque ellos se proclamaron vencedores.
La experiencia y el tiempo curtieron mi piel,
protegiéndome para futuros ataques.
La coraza que me cubría, sin embargo,
fue traslúcido tejido.
Y, a pesar de los aprendizajes, debo admitir
que soy presa fácil de las trampas de la vida.
No consigo desprenderme del barro
que acumula la suela de mis zapatos
y espero se me conceda la indulgencia
que será mi único alivio.
Reclamo no confundir inocencia con disimulo,
porque, aunque salto como una fiera ante el enemigo,
al final siempre fui manso.
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