p e r f i l e s d e c i u d a d

martes, 9 de enero de 2018

Somos granos de arena


Somos granos de arena en una isla perdida.
Nos rodea un océano inconmensurable,
su calmo oleaje no nos tranquiliza,
pues sabemos que siempre vuelve la tormenta,
más tarde o temprano.
Mar tenebroso por su inmensidad
y saber que nos oculta algún secreto.
En la playa encontramos un refugio,
aunque inestable, nos tranquiliza a ratos.
Somos granos de arena tan parecidos y diferentes,
unidos para combatir nuestra vulnerabilidad,
porque la simple brisa nos tabalea
y la furia del viento nos arrastra contra las rocas,
colgándonos de los árboles como lágrimas,
llevados a su capricho, mezclados entre basura
y hojas secas.
El suave aleteo de una mariposa nos eleva por el aire
en un vuelo de placer efímero.
Sufrimos el clamor de un cielo triste
helando nuestros corazones
y la crueldad del huracán nos lanza
para luego soltarnos sin compasión,
exiliados de nuestra costa
abandonados a la deriva del azar.
La marea nos atrapa y suelta
con impetuosa caricia y el bálago de su boca
dejando en nuestros labios su esencia salada.
Escondemos tesoros y peligros,
traicioneras trampas de esquirlas herrumbrosas
y puntas de cristales que cortan como navajas.
Cuando el amoroso contacto no suavizó sus aristas
ni los domó la fuerza del oleaje o el látigo del viento,
nos convertimos en cómplices de su daño infringido.
Somos granos de arena calentados por un mismo sol
y enfriados por distintas noches.
Somos granos de arena, apiñados unos contra otros,
igual que ramajes en una selva de diminutos guijarros,
frágiles por separado, pero unidos, tan fuertes
que con vendavales hacemos grandiosas dunas,
catedrales para nuestros dioses.


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