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martes, 3 de octubre de 2017

Disimulaba en sus ojos las marcas del sufrimiento



Disimulaba en sus ojos las marcas del sufrimiento.
Las lágrimas no construyeron surcos delatores
mientras su boca no resistió el envite de los sollozos.
Sobre ella cayó todo el peso del dolor.
Su mirada, calmada mar, distraía al escrutinio ajeno.
Audiencia más sagaz habría advertido otras claras señales
que la orografía del mapa revelaba en su semblante.
El velo que protegía la pena como una máscara
ocultaba el desastre que gritaba en sus adentros.
En la soledad, protegida de los otros,
la mueca del tormento desembocaba por la boca
que fue trazando líneas inequívocas de su calvario.
El tiempo no olvidó cada puñal clavado,
cada herida cicatrizada dejó abierta las compuertas
de la tristeza.
Puedes engañar al rostro con maquillajes,
enjugar la cara bajo el grifo,
poner sobre los ojos cubitos de hielo,
empolvar la nariz y pintar los labios.
No evitarán estas sutiles artimañas
el gesto agrio de la desesperación.
Igual que el viento desplaza las dunas
y el mar en su retirada descubre cadáveres.
Tatuada queda la arena por el arrastre de los guijarros,
la fuerza de las olas dejó en esta orilla
el rastro de sus deshechos.

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