p e r f i l e s d e c i u d a d

miércoles, 8 de noviembre de 2017

La rutina



Ahí viene esa impertinente rutina
con su parloteo irritante,
entrometiéndose en mis asuntos.
Se pega a mí como resina a la rama,
igual que una vieja cotilla
con su retahíla de chismorreo
y ese run-run monótono
de cuentos chinos y aburrida cháchara.
Quiero desprenderme de su discurso cansino.
Quiero que me deje entretenido en mis cosas.
Con el soniquete de su tic-tac
arrastra mi cuerpo a su capricho,
me agarra del brazo,
llevándome por donde ella dispone
y no hay cosa que más me reviente
que me toquen cuando me hablan.
Oye mira…, sabes qué…, el otro día…
¡Venga, hombre, que no me escuchas!
Y dale con el dedito.
¿Por qué no te tocas las narices?
¡Déjame en paz de una vez!
No sé dónde meterme para que no me pille
pero es poner un pie en el umbral de casa
y como un fantasma aparece,
siempre con un motivo para molestar.
¿No entiende esta mujer que quiero ir a mi ritmo,
qué no me importan sus historias?
Si se preocupara más de sí misma
no incordiaría tanto a los demás
y haría algo para mejorar el desastre
de vida que tiene.
Por allí viene de nuevo,
a ver cómo me libro de ella,
cómo esquivo su tortura.
Ojalá la perdiera para siempre de vista.
Trato de despistarla,
me cambio de acera,
intento coger otra calle,
sale corriendo y me alcanza.
Usa mil artimañas para conseguir atención,
se pone a cantar muy temprano,
despertando a los vecinos;
hace ruido arrastrando muebles,
trasteando por la casa.
No sé lo que hace para no pasar inadvertida.
En los momentos que descanso
se pone los tacones y pasea por el piso.
Mírala que ufana, siempre igual,
con sus mismas manías,
plañidera insufrible,
infatigable conversadora,
pesa como una losa sobre la espalda,
castigadora impenitente,
infierno de mi paraíso.
Intento darle entender que llevo prisa
para que me deje pasear distraído,
disfrutar de mi universo particular
sin su obligada compañía.
Es aún peor que los noticiarios,
repetitivos hasta la extenuación.
Amiga de los años, hace fuerza contra las horas,
avariciosa, acapara hasta los segundos,
no da respiro a la pereza,
el reposo es su enemigo,
es reacia al relax y la meditación
y le pone de los nervios no tener que hacer nada.
Me atosiga de tal manera,
que si no la atiendo me deja en evidencia,
con cierta ordinariez y descaro.
No sé qué tiene esta buena señora
que le da el revés a todo
llevándome a su capricho
por donde quiere y le interesa.
De ser puta, llevaría al chulo
en la palma de su mano,
controlando ella las ganancias
de sus clientes
mientras él bebería del manantial
de sus despojos.
Ella sería su propia patria y bandera
y exigente con sus confines.
De ser hombre estaría absorbido por su trabajo,
lidiando sus propias batallas,
o inventando enemigos para hacer su propia guerra.
Menos mal que tiene casa que atender
y a veces me libra de su atadura algunos ratos.
Es buena red para aquellos que, siguiéndola de soslayo,
hacen apaños con ella para tener al rebaño domesticado.
¿Esta mujer no tiene a nadie quién la ate corto
y no ande fastidiando?
Está loca hasta el límite de hablar consigo sola,
por llevar incluso a ella a sí misma a su terreno.
Me domina y me agota
con sus tejemanejes y cábalas.
Parezco un niño asustado
ante la autoridad del padre,
o patitos tras la mamá pata.
No vale con ella rebelarse,
está tras la puerta vigilándonos
y de un salto se me echa encima,
como gato sobre su presa.
Soy un ratoncillo de laboratorio
perdido en el laberinto por donde me conduce,
prefiero chocar una y mil veces
contra las paredes de cristal
buscando una salida
para librarme de su celda.
Con lo que me gusta ir a mi aire,
este buitre danza en el cielo
para caer sobre mi carroña.
En fin, quizá algún día la coja por mi cuenta
y le diga cuatro palabras bien dichas
que me deje ya tranquilo, que se olvide de mi cara
y que cierro la puerta a cal y canto,
que me deje aquí con mis asuntos y mis placeres,
que bastante tengo con mi cotidiana monotonía.








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