Estoy perdido y acabado
dentro de un círculo, en su
centro,
equidistante de todos los
puntos
de su circunferencia,
totalmente fracasado, sin
salida,
un simple rodar en su
movimiento viciado.
Ya ni escucho la música de los
placeres,
ni nada me ilusiona,
todo es puro trámite que llega
y pasa.
Estoy perdido y, por pura
supervivencia,
choco en intentos que no
consiguen
saltar esa frontera
en la que me encuentro
atrapado,
dentro de una atmósfera
saturada,
por el rumiar de los actos
cotidianos
que no conducen a ningún
lugar,
errando a cada paso,
porque no hay desahogo en su
encierro.
Debo respirar calmado para no
consumir el escaso aire
y disfrutar del vuelo y el
canto de las alegres aves
que me consideran nido en su
árbol.
Si actúo con un plano bajo el
brazo,
poniendo entusiasmo y eso tan
atroz
quizá, que es la esperanza,
soy tragado por ella,
y os advierto, dentro de su
pompa
engreída y fanática,
hay sólo caos y el azar de
probabilidades.
Entonces cedo en todo intento,
dejo que esa ecuación de igualdad
extraiga mejores resultados
y que la equis valga más que
cero.
Estoy perdido y no me perdono
el no luchar todo lo posible
por lo que realmente quiero,
mientras,
por otro lado, reconozco,
que salto charcos, pero acabo
siempre
ensuciándome de barro.
Es mi mirada mi propia mentira
y no hallo nunca el norte,
lanzando absurdos globos al
viento
cuando tendría que saber
dirigirlos.
En el centro
de su fuerza de acción estoy
perdido,
haga lo que haga no saldré
de sus límites.
O lo acepto o, como un neutrón,
acabaré anulado.
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