El sol ha salido de los brazos
de la sombra,
la dejó en su alcoba al
amanecer.
Deambula todo el día en su
busca,
detrás de cada esquina, entre
los edificios,
bajo el amparo de un árbol.
Ella pasea ufana igual que una
niña ingenua,
agarrada por un hilo a una
nube
como si llevara una cometa.
Se sobresaltó el sol creyendo
verla
bajo las ruedas de un coche,
la había confundido con una
pelota.
Al mediodía sofocado por el
calor,
descansa al fresco en una
terraza,
sueña con encontrarla, se
perdió
entre oblicuas y engañosas
impostoras.
De pronto, como por arte de magia,
la ve aparecer entre la
multitud.
Sobrecogido por su hermosura,
distingue su silueta y esa
sinuosa cadencia en el andar.
Viene con paso firme, poco a
poco se le acerca.
Cada vez más próxima, ya la
puede casi oler.
Abrazados, se funden en un
beso,
toda ella lo inunda.
Al fin, de nuevo, gozan en plena oscuridad.
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