p e r f i l e s d e c i u d a d

miércoles, 28 de febrero de 2018

Ser piedra que palpita



Quiso ser piedra por aquello de no sentir
y rodó pequeño grano de arena
transportado por el viento.
Buceó por los fondos marinos,
se asoció a una concha,
llegó a ser tragado por un pez,
caminó junto a estrellas de mar,
pernoctó entre corales.
Un día, llevado por las mareas,
volvió a la playa hecho ya todo un pedrusco,
sobre una roca fue abandonado.
De aquello surgió una relación sólida,
el tiempo acumuló sobre su corteza
arena, polvo y lodos,
pequeños cristales que brillaban con el sol.
A veces, la bañaban las olas
que arrastraban contra ella
y dejaban a su cobijo pequeños crustáceos
y otros diminutos seres vivos.
Era difícil distinguir qué era materia inerte y qué vida,
sobre aquel manto recio de piel correosa se mezclaban
elementos muy dispares.
Se convirtió con los años en mónada
dentro de múltiples mundos.
De haber sido simple grano
se hubiera quedado en triste sustancia muerta.
Hoy, esa coraza pétrea siente.
No os confunda su apariencia dura,
porque esa piedra palpita.

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