No fue tras un sueño que
aparecí entre estas brumas,
ni siquiera un tren que,
después de recorrer un trayecto largo,
paró en esta estación
en la que me crucé con miles
de pasajeros
que iban y venían,
y descubrí variados y hermosos
paisajes.
No, no fue el paso del tiempo
que nos transporta
con sus hilos mágicos por días
cotidianos
y construye un castillo, un
edén o una tumba,
en un rincón de su nutrido
punto negro,
donde, en un particular centro,
nos sitúa sin dejar ver
más que dos puntos de
referencia,
atrás, una nebulosa que deja
intuir los objetos,
el camino abandonado con
sombras
que ocultan y muestran
pinceladas y detalles,
camuflan escenas y nombres
entre esparto y algodón
deshilachados,
que enturbian y confunden
nuestras acciones
contaminadas de polvo estelar
y terrestre.
Al frente, una pantalla traslúcida
en la que intuimos ver unos colores,
algunos elementos, mucha
esperanza y mayores miedos.
Cómo llegué hasta aquí y,
aunque me quieren,
hacer responsable de este
destino alcanzado,
no fui yo quién cogió las
herramientas para manejarme,
ni elegí el molde donde
introdujeron esa carne blanda,
inmadura, flexible y manejable,
sin grumos que se resistieran
a las manos de ningún alfarero.
Cogieron mis pies y brazos,
endebles como paja,
pequeños, sumisos y elásticos.
No eligió mi sustancia la
temperatura y duración
de la cocción necesaria para
darle la postura
y forma a esos miembros,
me inyectaron el alimento de
los pensamientos.
Cuando llegué a construir
mis propios aperos de trabajo,
me desenvolví con la mínima
destreza
para estos nuevos parajes,
pues venía sin instrucciones
de uso
y con desperfectos.
Cuando alcancé la barrera
siguiente
con mis pies libres de
direcciones impuestas,
tropecé con tantas vallas,
que, sin ser el último de la
carrera,
alcanzaba la meta agotado,
y cuando el público
ya se había marchado de las
gradas.
Me encuentro en ese centro que
el tiempo
me ha reservado a pesar de mis
desvíos y preferencias,
ese enorme, oscuro, ignoto
energúmeno,
o dócil y tierno, encantador o
sólido colega.
No puedo evitar seguir
preguntándome
cómo llegué aquí y hacia dónde
dirijo mis pasos.
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