p e r f i l e s d e c i u d a d

viernes, 30 de marzo de 2018

Cómo llegué aquí



No fue tras un sueño que aparecí entre estas brumas,
ni siquiera un tren que, después de recorrer un trayecto largo,
paró en esta estación
en la que me crucé con miles de pasajeros
que iban y venían,
y descubrí variados y hermosos paisajes.
No, no fue el paso del tiempo que nos transporta
con sus hilos mágicos por días cotidianos
y construye un castillo, un edén o una tumba,
en un rincón de su nutrido punto negro,
donde, en un particular centro, nos sitúa sin dejar ver
más que dos puntos de referencia,
atrás, una nebulosa que deja intuir los objetos,
el camino abandonado con sombras
que ocultan y muestran pinceladas y detalles,
camuflan escenas y nombres
entre esparto y algodón deshilachados,
que enturbian y confunden nuestras acciones
contaminadas de polvo estelar y terrestre.
Al frente, una pantalla traslúcida
en la que intuimos ver unos colores,
algunos elementos, mucha esperanza y mayores miedos.
Cómo llegué hasta aquí y, aunque me quieren,
hacer responsable de este destino alcanzado,
no fui yo quién cogió las herramientas para manejarme,
ni elegí el molde donde introdujeron esa carne blanda,
inmadura, flexible y manejable,
sin grumos que se resistieran a las manos de ningún alfarero.
Cogieron mis pies y brazos, endebles como paja,
pequeños, sumisos y elásticos.
No eligió mi sustancia la temperatura y duración
de la cocción necesaria para darle la postura
y forma a esos miembros,
me inyectaron el alimento de los pensamientos.
Cuando llegué a construir
mis propios aperos de trabajo,
me desenvolví con la mínima destreza
para estos nuevos parajes,
pues venía sin instrucciones de uso
y con desperfectos.
Cuando alcancé la barrera siguiente
con mis pies libres de direcciones impuestas,
tropecé con tantas vallas,
que, sin ser el último de la carrera,
alcanzaba la meta agotado,
y cuando el público
ya se había marchado de las gradas.
Me encuentro en ese centro que el tiempo
me ha reservado a pesar de mis desvíos y preferencias,
ese enorme, oscuro, ignoto energúmeno,
o dócil y tierno, encantador o sólido colega.
No puedo evitar seguir preguntándome
cómo llegué aquí y hacia dónde dirijo mis pasos.

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