En mi habitación sin ventana
sus contornos contienen mi
todo.
Cada día escarbé con uñas la
pared
hasta que abrí un agujero por
donde entró la luz,
y mi ojo descubría al otro
lado
un limitado paisaje lleno de
promesas.
Sigo picando el cemento sin
tregua ni descanso,
se cubre el suelo de la caliza
caída,
poco a poco el hueco se hace
más grande.
Horadado el muro, la oscuridad
cede espacio
a los gruesos rayos del
sol
que se acomodan por los
rincones,
merodean y juegan con mi
silueta
trazando destellos de oro.
Las estrellas y la luna, como
luciérnagas,
me acompañan en la noche
y amanecen dormidas sobre mi
almohada.
Quizá un día consiga hacer un
gran boquete
por donde entre mi cuerpo al
nuevo territorio.
Espero que lo de ahí afuera no
me defraude.
Dudo si quedarme para siempre
dentro,
porque ya
tengo una habitación con
ventana
y toda la vida al alcance de
mi mano.
No hay comentarios:
Publicar un comentario