Tras la noche clara llegó este
oscuro día.
Volqué los trastos en la
entrada de casa,
eché la llave y subí al
tejado.
Desde allí busqué el sol
oculto,
imploré al cielo cerrado de
grises nubes,
lloré con él fría lluvia.
Corrieron por las canalejas de
la tolva de mi vida
riachuelos de plateado
líquido.
Entonces descubrí que no hacía
falta
mejor luz que el brillo de mis
ojos.
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