Mi reino por una paz en esta
cabeza mía.
Todos mis tesoros entrego por
ese don.
Esta maquinaria con su
mecánico ruido
no deja descanso en mi
espíritu,
bloquea los arroyos de cándido
rumor,
salta la liebre a la trampa
y rompe en cataratas
hambrientas
en la silenciosa noche,
buscando su presa
que yo soy.
Venid a mí, enemigos del
paraíso,
atacad mi noble calavera.
Pobre estoy sobre esta tierra
árida.
No tendréis mayor recompensa
que la caída inevitable de mi
cordura.
Destrozareis esta calma
con fin tan nimio.
Ciegos de poder queréis
vuestro alimento.
Estos fieros soldados
me atormentan,
destrozan mi calma.
Simple trabajo rutinario
ser mi tormento su oficio.
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