Se hacen grandes y nosotros,
viejos;
mientras ellos comienzan la
trama,
nosotros iniciamos el camino
hacia el final
de la novela.
Quedaron repartidos por los
rincones
de nuestra estancia
sus risas, sueños y lágrimas,
nuestro cansancio se llenó de
polvo
de los vientos del tiempo.
Ahora duermen sobre la cama
sus jóvenes y bellos cuerpos
adolescentes.
Una pinza aprieta mi pecho
porque ya siento el frío
del vacío que prometen,
cuando sus vidas les marquen
nuevos rumbos
y proyectos distintos.
Sé que será duro
levantarme por la noche
y encontrar las camas hechas
guardando sus peluches.
Mi dolor por la ausencia
hallará sólo su alivio en la
esperanza
de que encuentren
en otros lechos
el mejor cobijo.
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