p e r f i l e s d e c i u d a d

martes, 16 de enero de 2018

Desasosiego


¿Qué es este cansancio que habita
bajo el vestido de cada mañana
el ropaje que oculta lo callado
y muestra la sonrisa amplia
como brisa fresca y ligera
tras las lágrimas de rocío
sobre los pétalos de tu almohada?
¿Por qué mi cuerpo no responde a estímulos
cuando antes, raudos mis pies,
llegaba más lejos que mi voz?
¿Dónde quedaron aquellos cantos gloriosos
y ecos lejanos que venían a la luz
que rodeaba mi sombra
bajo el árbol de aromas delicados?
Arrancados de la profundidad de mi seno,
brotaban raíces tiernas con esencia de vida.
Tierra, que esculpía mis manos
como sueños en la noche
levantando moles de mística energía,
ahora la encadenan cuerdas de oro.
Es su brillo falso el sol de los hipócritas.
¿Qué libertad espera el hombre
en la granja donde se domestica y engorda
para ser comido?
Muere la esperanza cuando triunfa la sumisión:
aceptar las cartas repartidas
y jugar sin trampas para seguir perdiendo
ante el imperturbable tahúr.
¿Qué lucha contra corriente
sin que los labios se nos resequen
con tan corrosiva sal,
cuarteada la piel, quemada por ardientes rayos,
para hundirnos al final en el mar del desengaño
y caer en la locura?
El único madero que nos podría salvar
en este oleaje indómito
es el armazón del ataúd que cobija
el cadáver de la fe.
Solos ante el mundo, desahuciados de espíritu,
no hace falta ejército para destruirnos
igual que a una hormiga ser aplastada
impunemente con un dedo.
Lejos de las razones que, tendidas
como ropa limpia, se secaron al viento,
cubiertas ahora de arena por el fuerte levante,
ya sólo existe un único sentido y dirección,
tu verdad, y tu defensa, la palabra,
arrastrar con la pesada mochila de tu destino
y cumplir con el vínculo sellado con las horas.



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