p e r f i l e s d e c i u d a d

domingo, 28 de enero de 2018

Dormir y callar



Cuando el espíritu ansía la noche
en lugar del día,
vive en un cuerpo triste o cansado.
No hablamos de aquellos a los que la oscuridad
les protege en un cielo luminoso,
anima sus pasiones y viven intensamente
entre esas cálidas tinieblas
como vapores que insuflan anhelos
y excitan sus ardientes corazones.
Aquellos, sin embargo, cuyo debilitado apresto
no resiste la conciencia,
igual que pierde firmeza un tejido,
dominan mejor las batallas de los sueños
y las afrontan con más valor
que contra los soldados de la rutina,
lucha feroz con el cruel guerrero
de nuestro destino.
Navegan en paz sin daños por el océano
extraño y oscuro
de nuestra subconsciencia,
sumergidos en el esperpéntico paisaje
de sus símbolos,
orientados por las estrellas oníricas.

Los monstruos de ese mágico bosque
crean terrores que estremecen su diurna confianza,
aunque al despertar se transfiguren en etéreas sombras.
El sol los libera de su cárcel,
a pesar de persistir algunas pequeñas partículas
de su sustancia
arrinconándose entre sus vísceras,
hendiendo el torrente de sensaciones
sin desbordar su lecho.
Durante horas les pellizcan la piel,
hasta que su violencia se vuelve mansa caricia.
Nada tienen que ver estos miedos
con los que en la claridad se ocultan:
traicioneros, de perversas intenciones,
aún más peligrosos.
Desangrando,
con muerte dulce matan,
A este otro lado del horizonte nocturno,
implacables asesinos acechan para caer
sobre nosotros cuanto más despreocupados estemos.

¡Muerto el espíritu, muerta la carne!
Triste y cansado espíritu que busca con el reposo
calmar al cuerpo ante la hambrienta
fiera de la vida.
Pero a aquel animal malherido
que comienza a oler a muerte,
pronto le rondan los buitres
con su danza fúnebre.
Vencido, acudirán sin piedad
a despedazar
al espíritu más fuerte.


No hay comentarios:

Publicar un comentario