No habla el espíritu ni
atiende
a cánones del lenguaje.
Son su manifiesta expresión
las sensaciones,
el impulso nervioso
que atraviesa el aire de su
corporalidad.
Sólo cuando se hace denso
concepto
y un nombre colma de
tranquilidad
con su sonido el desasosiego,
aparece la palabra emoción,
aderezada por condimentos
establecidos,
cubierta por capas de historia
y tradiciones.
Se hace materia el alado ser
y la conciencia libre del
hombre
se ata a las razones de las
ideas.
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