Sé de ti todo lo que te
compone,
con la salvedad de algún
pensamiento.
Sé de ti tu nombre y el número
de identidad,
conozco tu talla de falda y de
sujetador.
Sé que te gusta la hora del
café,
aunque sólo sea por el placer
de un ritual.
Sé de tus preferencias en
sabores:
que el sándwich de jamón york
tenga
mucho de queso, pero poco de jamón;
que el pescado no sepa
demasiado a mar,
y no sea tan pesado con los
besos.
También lo que aborreces.
Sé de ti que te encantaría
vivir
en un lugar donde nevara,
para sentir caer la dulzura de
los copos
como algodones sobre el suelo.
Sé que te duele cuando en
generosa entrega
no eres correspondida,
que la gente compara
amabilidad
con ser tonta y te cuestionas
entonces.
Haces propósitos de ser
diferente
para luego pagarles con la
misma moneda.
Aunque el cambio dura sólo
el tiempo de la duda y vuelves
a tu innato proceder educado.
Sé cómo te irritan y enervan
las injusticias
y te revelas contra quienes las
cometen
con la fiereza de una bestia.
Ante una ofensa, estallas en
vendaval
y arrasas con toda tu ira,
recorres el pasillo con
torbellinos de venganza,
aunque luego te muestras dócil,
con arrullos de ave en celo.
Conozco tu voz que es canto de
fuente
y sacias mi sed con tu
presencia
cuando entras en casa.
Sé de ti que duermes
acurrucada,
tapándote hasta las orejas.
Esperas antes de meterte en la
cama,
a que yo caliente tu lado,
después arrimas tu cuerpo al
mío
hasta que mi fuego te sofoca.
Sé que odias los quehaceres
cotidianos
pero en la cocina haces trucos
de magia.
Sé de ti que tienes, a veces,
mal carácter
y gestionas fatal los
imprevistos.
Te has desnudado ante mí
más allá de las propias ropas,
conozco tu piel y lo que se
remueve
por tus vísceras.
De lo trivial a lo más
profundo,
sé de tus placeres en la cama,
cómo huele tu cuello, la
suavidad
de tu espalda, y el ritmo de
tus pasos.
Sé cómo vibras cuando tengo
mi boca en tu sexo
y la mirada que tienes cuando
cede la ola.
Cuando nos cruzamos como
anónimos
sentimos la vergüenza de
nuestra desnudez
frente al otro,
la incomodidad de hallarnos
descubiertos
en nuestros secretos.
El gran poder de esta intimidad
que poseemos,
se rasgó como hoja de
calendario,
y quedaron sus días esparcidos
por el aire
formando una nube sin rumbo.
Ahora la dejas expuesta en
otros brazos,
mientras yo la guardo como un
tesoro
que no comparto con nadie.
Todo lo que sé de ti me
pertenece,
aunque ya no estés, no puedes venir
a quitármelo.
Quizá el tiempo modifique tu
aspecto
y arrastre los aromas que te rodeaban,
destruya parte de ese capital
o aumentes tus réditos.
Supe de tus miedos y pecados,
ahora tal vez redimidos y
controladas tus fobias.
Reconocía tus mentiras hasta
llegar
a la verdad de tu abandono.
Percibía hasta los más sutiles
detalles,
cómo te mueves y reaccionas,
el incómodo malestar al
encontrarte conmigo,
respondiendo siempre de la
misma manera,
con gestos nerviosos y
un disimulo que te traiciona.
Bebí tu agua, ingerí tu
esencia,
por eso saboreo en mi paladar
la particularidad que sólo a
ti te distingue.
Brotaron nuestros espíritus
en manantial de aguas claras,
la llama los hizo nubes en
nuestro cielo,
regaron la tierra hasta que
vino la sequía.
Otro continuará este ciclo.
Pero estoy seguro que todavía
duermes
con la cabeza bajo el abrigo
de las mantas.
Sé de ti que necesitas el
refugio de otro cuerpo,
aunque el que hoy caliente tu
cama
no sea yo, sino él,
que va descubriendo los
espacios
de una ciudad nueva
y poco a poco se hace con sus
dominios.
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