Ella está más muerta que viva,
en posición de supino,
dentro del habitáculo
oscuro
de su tristeza
profunda.
Se pregunta qué la
trajo hasta aquí
aunque ya sabe la respuesta,
la dirección de la
vida
y su propio
itinerario.
Sabe que es la única
culpable
del tormento que vive
cada día
y conoce todas las
soluciones posibles,
pero, ¡cuesta tanto!
El mínimo esfuerzo que
hace
es dejar en ralentí su
mecanismo
y cubrir cada mañana
su rostro
con la máscara de una
sonrisa.
Bajo la piel circunda
el veneno
que su suelo contamina
y lo cubre con vestido
de flores
para ocultar su
marchita esencia.
Calla el sollozo entre
dientes
por eso nadie adivina
su empinado declive.
A nadie pide ayuda
porque ni dentro de
ella la ubica,
y la compasión
detestable
arruina el ancla de su
fortaleza.
Pasa horas en esa
habitación
sin puertas ni
ventanas,
casi a oscuras,
tan sólo un reflejo de
luz
asoma por un agujero
del techo,
pilar para no ceder
a su derrumbe y su
total ceguera.
Sumida en la
concavidad de este valle,
ceñido por altos
muros,
siente la depresión
barométrica
que la aplasta en esta
oquedad.
Su ayuda es la inercia
de la rutina
que persiste en tirar
de ella,
imponiendo su orden y
sus horarios,
un brazo tira del otro
brazo,
un movimiento impulsa
al siguiente
y los pies la
arrastran
para soltarla como un
fardo
sobre cualquier punto
de apoyo.
Estos vampiros se
introducen en su cuerpo
y la recoge el ataúd
de su soledad cómplice.
De noche salen sus
demonios
a beber de su sangre.
Hace tiempo que se ha
desconectado
del mundo
y el único hilo
musical que escucha
es el distorsionado
sonido
de un sueño remoto,
las notas desafinadas
entre demasiados
silencios,
dentro del caos que la
absorbe.
Las horas transcurren
abandonándola
sobre ese océano que
la lleva a la deriva,
no intenta nadar, se
mantiene
estática y horizontal
sobre el blando lecho
que la arrastra, la
sumerge y la asfixia,
sobre las olas
fluctuantes que la revolean o la mecen.
Aún le queda un poco
de fe,
una pizca de incauta
esperanza
que la mantiene a
flote
con el ansiado deseo
de que el devenir de
la marea,
la lleve a la tierra
prometida.
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