p e r f i l e s d e c i u d a d

lunes, 23 de abril de 2018

Más muerta que viva


Ella está más muerta que viva,
en posición de supino,
dentro del habitáculo oscuro
de su tristeza profunda.
Se pregunta qué la trajo hasta aquí
aunque ya sabe la respuesta,
la dirección de la vida
y su propio itinerario.
Sabe que es la única culpable
del tormento que vive cada día
y conoce todas las soluciones posibles,
pero, ¡cuesta tanto!

El mínimo esfuerzo que hace
es dejar en ralentí su mecanismo
y cubrir cada mañana su rostro
con la máscara de una sonrisa.
Bajo la piel circunda el veneno
que su suelo contamina
y lo cubre con vestido de flores
para ocultar su marchita esencia.
Calla el sollozo entre dientes
por eso nadie adivina su empinado declive.
A nadie pide ayuda
porque ni dentro de ella la ubica,
y la compasión detestable
arruina el ancla de su fortaleza.

Pasa horas en esa habitación
sin puertas ni ventanas,
casi a oscuras,
tan sólo un reflejo de luz
asoma por un agujero del techo,
pilar para no ceder
a su derrumbe y su total ceguera.
Sumida en la concavidad de este valle,
ceñido por altos muros,
siente la depresión barométrica
que la aplasta en esta oquedad.

Su ayuda es la inercia de la rutina
que persiste en tirar de ella,
imponiendo su orden y sus horarios,
un brazo tira del otro brazo,
un movimiento impulsa al siguiente
y los pies la arrastran
para soltarla como un fardo
sobre cualquier punto de apoyo.
Estos vampiros se introducen en su cuerpo
y la recoge el ataúd de su soledad cómplice.
De noche salen sus demonios
a beber de su sangre.

Hace tiempo que se ha desconectado
del mundo
y el único hilo musical que escucha
es el distorsionado sonido
de un sueño remoto,
las notas desafinadas entre demasiados
silencios,
dentro del caos que la absorbe.
Las horas transcurren abandonándola
sobre ese océano que la lleva a la deriva,
no intenta nadar, se mantiene
estática y horizontal sobre el blando lecho
que la arrastra, la sumerge y la asfixia,
sobre las olas fluctuantes que la revolean o la mecen.

Aún le queda un poco de fe,
una pizca de incauta esperanza
que la mantiene a flote
con el ansiado deseo
de que el devenir de la marea,
la lleve a la tierra prometida.

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