p e r f i l e s d e c i u d a d

martes, 22 de mayo de 2018

Cuerda y loca


La mañana armónica
en el silencio lleno de reclamos de gorriones,
la paz ocupando los espacios cotidianos,
una tristeza dulce sin rabia contenida,
ni dolor o desespero,
el reloj marcando su ritmo constante,
el desorden no domado como fieras se mueve
por el territorio de la casa.
El silencio deja oír los sonidos
que el fragor oculta,
percibes los detalles con ojos ingenuos,
el crujir de paredes, un murmullo lejano,
una moto dibuja en el aire el efecto doppler,
el rugido animal del frigorífico,
tu voz que gusta de escucharse
en un hablar por hablar.
El mundo parece uniforme,
todo fluye como un riachuelo tímido,
saltan los guijarros sin dificultad
los obstáculos
como ligeros granos de arroz,
igual que una hoja navega por su curso
el día tranquilo, sin sobresaltos.
Es la vida que ama a sus hijos,
no aquella madrastra
de inclinación perversa
que agita tu suelo,
provoca un terremoto
y desaparece la música dentro de su caos.
Todos los gemidos se concentran
en un desesperado grito.
Hay sufrimiento seco y húmedo
que rasga la tierra y el cielo.
Un cuenco donde gira la carga
expuesta a las fuerzas centrífuga y centrípeta,
una desplaza, la otra condensa.
Una vida de indómito corazón
que, como un huracán, desordena el universo,
sin reparos, lanza los cuerpos
contra sus muros,
frágiles entre sus garras.
La otra ronronea y no saca las uñas.
Vida, que haces un lazo que a veces aprieta
y otras adorna un bello regalo.
Al volver después del desastre,
de los daños, hechos los cómputos,
no siempre nos quedan fuerzas
para recuperar los trozos
y recomponernos.
Permanecerán las costuras
de sus rotos contornos.
Busca el espíritu de nuevo su refugio,
el tiempo vuelve a su línea recta.
Tras el descalabro, ebrio de ira
anduvo haciendo eses, girando
en círculos concéntricos,
de arriba a abajo, de izquierda a derecha,
a una velocidad que los relojes
olvidaron.
Ahora, retoma el paso fijo
sensato, equilibrado, doméstico.
Guarda nuestra mente
el recuerdo confuso, extraño,
la memoria de sus heridas que ya no sangran
si acaso, tan sólo por dentro.


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