Has hundido el dolor
en mi sexo,
pusiste el dedo en mis
labios,
aún revivo el asiento
gélido
sobre el suelo,
extendidas y abiertas
mis piernas desnudas.
Un hilo cálido se
deslizaba
dejando el reguero de
mi vergüenza.
Allí donde los dioses gozan,
allí donde hizo pecado
el demonio,
allí creaste mi
infierno.
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