Que lo bello del mar no es su
sinuosa superficie,
ni el sol que sostiene su
horizonte
ni, aunque lo parezca,
tampoco el reflejo de la luna
que dibuja un río de plata
con rubor purpurina
sobre su piel morena,
donde navegan los sueños de
enamorados.
Recuerda, pequeña doncella,
lo verdaderamente hermoso del
mar
es su incógnito fondo,
lo que ocultan sus
profundidades abisales,
secreto de los más extraños
prodigios
que engendran soledades y
monstruos
y el arrullo melódico de un
suave oleaje.
Duerme su grandeza bajo su
confiada calma,
indómitas pasiones naufragan
en la tormenta.
En un eterno amanecer
la marea baja trae caricias de
espuma
sobre la arena mojada.
En todo esto, querida niña,
y no en las grandezas
que las leyendas cantan,
radica su belleza auténtica.
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