con mi aliento dejé escapar un
murmullo
y, aunque me escucharon,
no obtuve respuesta alguna.
Alcé la voz y giraron hacia mí
sus rostros irritados.
Grité con fuerza,
casi con desesperación
y con rabia,
gritaron aún más fuerte ellos.
Sus reproches cerraron mis
labios.
Ahora guardo silencio
y sólo yo, a mí mismo, me respondo.
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