p e r f i l e s d e c i u d a d

domingo, 10 de junio de 2018

Cuando no esté aquí



Un día no estaré aquí
y escucharé sus voces
viviendo con mi ausencia.
Deambulará mi espíritu
por estos espacios que fueron mi cárcel
y mi paraíso.

Un día no estaré aquí,
como ya no están otros,
quedará el eco de mis risas
y mis llantos en el olvido
de la nada.
Alguna vez volveré a la vida,
por un instante, entre los pensamientos
de aquellos que tuvieron razón de mí.
Rondaré sus recuerdos
para caer de nuevo al abismo del vacío,
hasta que esa mínima memoria
se extinga para siempre
en el infinito de la eternidad
de todos los olvidos.

Un día no estaré aquí
y nadie sabrá de mi vida,
de los días y continuos segundos,
ignorarán cada recoveco
de una existencia que se hace a trozos.
Ni tan siquiera yo, teniéndome,
reconocería los límites ya desdibujados,
simplemente había bordeado mi piel.
Alguna vez, entré en mis vísceras,
donde miedos, golpes y fracasos
dejaron su huella,
y, contagiado de costumbres y hábitos,
uno acabó siendo huésped
en su propia casa.
Veo en ese reflejo frío del espejo
un rostro con mueca de dolor
y lo ausculto cada milímetro,
la radiografía de un recorrido,
el brillo en los ojos
que ha dejado el torrente de lágrimas,
las marcas identificables de una herencia
y el peso de una enorme carga.

Un día no estaré aquí
y no habré podido hacer una vida
soñada,
sólo aquella que la propia vida
depositó en mis brazos,
un tierno bebé que fue creciendo de mi teta,
haciéndose dueño de mi destino,
sin saber cuál era, cumplía el impuesto.
La impotencia de su abuso,
que había colocado una gruesa cadena
alrededor de mi cuerpo,
cerró el candado y arrojó al mar la llave.

Un día no estaré aquí,
mas ahora aún estoy,
y escucho sus voces
imaginando que estoy ya muerto,
aunque por evitar su tormento, persisto
doblegando el mío.
Lucho con fuerza para estar con ellos,
levantándome cada mañana,
con el traje que cubra mi sufrimiento.
Estaré aquí a su lado,
evitando su mal en lo posible
y ocultaré el mío con silencio,
buscando el amparo de la soledad
donde verter las aguas residuales
y levantar cada día este destrozo.

Un día no estaré aquí,
hoy sólo quiero estar
hasta que ellos se hayan cubierto
de sucesivas capas,
como cae la miel al cuenco
manteniendo la planicie,
y su frágil cuerpo de alma infantil
sea ya lo bastante denso y firme,
protegido, aunque herido
por la conciencia de nuestro
inevitable devenir,
para aceptar mi muerte
como una natural consecuencia
sin demasiado daño para sus vidas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario