Por qué nos empeñamos
en hacer
una memoria objetiva,
si las palabras que comprimen
el paréntesis de nuestras
cejas
no nos permiten construir
más allá de las propias
posesiones.
Se agitan las voces en el
circuito cerebral,
transitan los vocablos por
infinitas avenidas,
como vagones de un tren
dirigidos a las estaciones
ideológicas,
y parten a destinos a veces
imprevisibles,
paisajes inhóspitos o de
utópica belleza.
Qué importan los datos y
números,
las fechas marcadas en un
calendario
–siempre obsoleto–,
olvidados los hechos,
creadas las nociones
convencidas,
al final simple asociación de
ideas
que justifica lo que desembocó
en los andenes de nuestros
ojos.
No es la historia el relato
fidedigno,
sino la estela que dejó su
biografía
en nuestros corazones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario