p e r f i l e s d e c i u d a d

miércoles, 6 de junio de 2018

Dulce hogar

La vida puede ser agradable,
confiada, serena,
el dulce hogar que nos cobija.
Tras la puerta se halla la amenaza
de un lobo.
Ha llamado a otros timbres,
a veces violentó sus ventanas,
invadía entonces sus espacios,
mordía los muebles,
destripaba el colchón,
se revolcaba entre las sábanas,
defecaba por todos lados
y dejaba los cuerpos
bañados en sangre.
Luego venía el cazador,
zurcía sus desgarraduras
recomponiendo el daño
de tan horrible ignominia.
Recuperadas las fuerzas,
algunos, los salvados de la muerte,
levantaron de nuevo sus castillos.
Tuvieron que limpiar de babas
todas las paredes y objetos,
esas íntimas pertenencias,
manchadas de su ira,
que se adhieren a nuestro cuerpo
como una segunda piel.
Tiraron las prendas despedazadas
que les vistieron en otras estaciones,
para cubrirse con pellejo curtido,
barrieron de todos los rincones
sus inmundicias y continuar
sin volver a ser los mismos.
Colgaron de la puerta,
después de la escaramuza,
el cartel de hogar, dulce hogar.

Vigilemos tras los visillos,
espiemos por la mirilla,
a cualquier ruido alerta,
pendientes del camino de entrada
a nuestro refugio,
donde, al amparo de sus muros,
fuimos un tiempo felices,
temerosos siempre,
siempre,
de cuándo volverá a atacarnos.

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