De un palpitar lejano viene
esta batahola
que impregna el aire de
promesas.
La noche bulle como agua
hirviendo,
burbujas de gente en el cazo
de la calle.
Esparce en la atmósfera vapor
de jubilosa vida,
añoranzas entre ráfagas de
brisa de un pasado
que vienen a mí sin claros
límites,
frágiles sensaciones
imposibles de atrapar
como líquido entre las redes
de mis dedos.
La memoria es gas que se
extiende
y difumina los detalles de
aquel cuerpo sólido.
Hoy soy más feliz que
entonces,
aunque entre estos barrotes
estoy preso
de mi infierno particular.
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