A dónde se han ido estas
vivarachas niñas,
alegres y joviales, a qué
jardines
se habrán aventurado.
Escaparon al resguardo de su
madre,
ajenas a mi angustia, jugarán
por otros entornos.
Recuerdo cuando alegraban mis
días
con su juvenil ímpetu,
ese particular entusiasmo
alimentado de almibarado
ánimo.
A dónde se han marchado estas
niñas
que me han dejado con esta
tristeza,
volved, pequeñas, a mi regazo,
espero impaciente vuestro
regreso.
Prometo no poneros castigo,
ni me enfadaré siquiera
por vuestro mal proceder.
Si retornáis al hogar
abandonado,
resarciréis la injusticia
cometida,
el dolor infringido por
vuestra ausencia
y, lleno de satisfacción, me
daré por contento.
Venid mis pequeñas y traviesas
niñas,
no seáis damiselas
caprichosas,
necesito con urgencia vuestra
presencia
que inyectaba en mi vida la
fuerza,
la chispa de ilusión y
esperanza,
la fe que hizo vergel de esta
tierra árida.
A dónde os habéis marchado,
mis niñas,
desertoras de vuestras
glandulares mieles,
preciosas, añoradas,
mis amadas dopamina,
serotonina y endorfinas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario