de sábanas revueltas en la
madrugada.
Sobre amores furtivos, deseos
ardientes
en una clandestina oscuridad.
Hablar de cuerpos entrelazados,
bocas lascivas de labios
jugosos
regazos de hermosos pechos,
elásticos miembros, cinturas
ceñidas,
de uniones contorsionistas.
Muslos blancos como colinas de
conchas
de nácar
que alcanzan su clímax en tan
anhelada cumbre.
Hablar de amores fugaces de
película,
canciones que cubran de humo
las densas noches fugitivas.
Fracasos que nos hagan rozar
el peligroso abismo,
salvada la caída por una nueva
pasión
igual que cambia la noche por
el día.
Abarcar los próximos abrazos
con el fuego primigenio,
dedos recorriendo un nuevo
paisaje,
manos enloquecidas apretando
unas nalgas
como el continente que se
descubre,
llegar a ese paraíso igual que
el naufrago
que alcanza la isla y, con
ansiosa necesidad
traga de un bocado aquel
vergel,
con las ganas de un hambriento
al que saciar de dulces
placeres.
Y con el empuje animal,
salvaje,
beber, la aún prometedora
vida.
Pero…,
sólo puedo hablar de memoria,
rota, fraccionada, huidiza,
de reposado amor y pasión
herida,
cáscaras superpuestas sobre un
núcleo,
regeneración de nuestras
vísceras.
Porque con el tiempo hemos
dibujado
los propios horizontes,
de soledad, dolor, muerte y
olvido.
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