Si mil, un millón,
cuántos nombres cayeron en el
olvido.
Si mil, un millón,
cuántas huellas se borraron.
Si mil, un millón,
cuántas voces enmudecieron
sin ser oídas
y sembraron la tierra baldía
de silencio,
cuerpos enterrados en el fango
que cubrieron de limo sus
miradas
bajo esta corteza dura
que todo lo cubre y olvida.
Si mil, un millón,
están aquellos de los que hoy
resuenan sus palabras
sobre la tinta seca de una
página
y en el aire danzan los ecos
de las bocas cerradas.
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